El Gran Mago y Georg se hallaban sentados en
la cima del otero, al pie del cual se encontraba la casa del primero.
El sol se despidió de la tarde con un último
destello que se apagó en el horizonte como se apaga una vela cuando la soplamos.
Luego los rojos del pávilo dominaron un buen rato el cielo dando la bienvenida
y dejando espacio a la noche.
Georg aprovechó esos momentos de transición
para formularle una pregunta a su maestro.
Gran Mago, dedidme, ¿cuál de los cuatro
elementos es el más importante?
El Gran Mago miró a Georg, sonrió y preguntó
a su vez:
—Qué le dice el Aire al Fuego.
Sin dar tiempo a que Georg pudiera pensar una respuesta él mismo se
respondió:
—Tu me calientas.
Y prosiguió:
—Qué le dijo el Agua a la Tierra: Tu me
recoges.
—Qué le dijo el Fuego al Agua: Tú me
apaciguas.
—Qué le dijo la Tierra al Aire: Tú me
transportas.
—Qué le dijo el Fuego al Aire: Tú me das
aliento.
—Qué le dijo la Tierra al Agua: Tú me haces
fecunda.
—Qué le dijo el Aire a la Tierra: Tú me conduces.
—Qué le dijo el Agua al Fuego: Tú me elevas.
—Qué le dijo el Fuego a la Tierra: Tú me
contienes.
—Qué le dijo el Aire al Agua: Tú me saturas.
—Qué le dijo la Tierra al Fuego: Tú me
transformas.
—Qué le dijo el Agua al Aire: Tú me meces y
me agitas.
Y terminó:
—Ve y medita sobre lo que has oido y mañana
me das la respuesta a tu pregunta.
A la mañana siguiente Georg buscó afanoso a
su maestro.
El Gran mago se hallaba sentado en el banco
de madera junto a la puerta de la casa, disfrutando del frescor de la mañana.
Cuando Georg asomó la cabeza, le invitó a sentarse y le dijo.
—Y bien, ¿ya tienes tu respuesta?
—Creo que sí.
—Cuéntame pues.
Georg se tensó como quien se prepara para dar
un importante discurso.
—Los cuatro elementos son igual de
importantes ya que el Aire me permite respirar, el Agua apaga mi sed, el Fuego
me calienta y la Tierra me sostiene.
El Gran Mago esperó unos segundos valorando
la respuesta.
—Dime Georg, cuando con el tiempo devengas un
ente espiritual qué importancia tendrán los cuatro elementos.
El chico se sorprendió por el giro dado pero
respondió con obviedad.
—Ninguna, supongo.
El Gran Mago aseveró.
—La importancia otorgada a las cosas depende
de la atención que se pone sobre ellas. Cuando se retira la atención, la
importancia se desvanece. Así es.
© del autor de "El aprendiz de mago y otros relatos de saber"
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